domingo, 19 de abril de 2009

En la sala de espera

Había ido a acompañar a mi madre a hacerse un CT Scan y estábamos en la sala de espera de la oficina del hospital. Como pueden imaginar, las esperas son larguísimas y me entretuve con un jueguito de crucigramas y trivias sobre Puerto Rico. Hacía las preguntas del librito a mi madre y los que estaban alrededor se animaban también a contestar. Mientras pensábamos, en una esquina, que éramos o no los detentores de una sabiduría popular e histórica tan "enteramente nuestra", se comenzaron a escuchar los golpes de alguien que quería volver a la sala de espera, pero que tenía dificultad para abrir la puerta. Cuando logró abrirla vociferó:" -¡Maldita sea! ¡Sea la madre! Por poco no salgo." Hablaba entre dientes mientras se sentaba a nuestro lado.
-"Cuando será que me tocará salir de esta maldita oficina, me cago hasta en la madre que me parió! ¡No me acaban de atender! ¡Que me acaben de atender para poder irme a fumar!"

Una de las señoras envuelta en el pasatiempo de las preguntas, había venido con el anciano que no tenía quién lo trajera a estas andanzas en el pueblo. Nadie hizo caso al pobre señor que continuaba maldiciendo entre dientes la mala suerte de haber tenido que parar en aquella oficina el día de hoy, el fastidio de haber nacido y todas esas cosas que se maldicen en el coraje de la espera.

Una hora después, por fin, lo atendieron. Cuando salió de su estudio, volvió a la sala de espera con una gran sonrisa y mientras se colocaba su sombrerito nos dijo:

-¡Qué los atiendan pronto! ¡Y que Dios me los bendiga a todos y les dé mucha salud!

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